Mentalidad
"Hace poco me di cuenta de que el síndrome del impostor es una paradoja: los demás creen en vos, vos no crees en vos mismo, pero aun así crees en vos mismo en lugar de en ellos. Si dudas de vos mismo, ¿no deberías dudar también de la mala opinión que tenés de vos mismo?" —Adam Grant
Todos hemos estado ahí. Estamos a punto de dar un paso importante y, de repente, una voz interna comienza a susurrar todas las razones por las que no deberíamos hacerlo. El autosabotaje nos quita el impulso justo cuando más lo necesitamos.
Lo peor es que aveces se disfraza de sensatez. Te dice cosas como "no estás listo", "tal vez no es el momento", "hay gente más preparada". Su tono es tan convincente que parece lógico detenerte. Pero detrás de esa supuesta prudencia, lo que realmente ocurre es que te estás limitando de hacer lo que realmente querés hacer.
Estos pensamientos te roban confianza con dudas se repiten en silencio. Lo que comienza como un simple "mejor lo hago mañana", termina convirtiéndose en un hábito que posterga, que duda, que se queda observando mientras otros avanzan.
Entonces llegan los consejos, las publicaciones y las diferentes ideas de cómo superar esos pensamientos de sabotaje. Nos gusta pensar que la confianza se construye con frases inspiradoras. "Hay que creérsela", nos decimos. "Tenés que tener fe en vos mismo". Y aunque suenan bonito, la verdad es que repetir mantras sin fundamento es como intentar construir una casa sobre arena.
Gracias a la neurociencia sabemos que nuestro sistema nervioso confía en lo que puede predecir. Cuando actuás basándote en evidencia —en tus experiencias previas de éxito o superación— el cerebro interpreta que es seguro avanzar. Pero cuando solo te repetís frases positivas sin respaldo, el cerebro lo detecta como incoherencia. Por eso la motivación se esfuma tan rápido y luego te preguntás, "¿cómo hago para realmente creérmela?"
La seguridad real: evidencia
La verdadera autoconfianza no nace del ego, sino del registro consciente de tus logros y capacidades. Cada vez que superaste algo difícil, cada conversación incómoda que enfrentaste, cada día en el que no tenías ganas y aun así cumpliste —eso es evidencia. Prestando atención a lo que has logrado es que podés construir seguridad real y sostenible.
La mayoría de las personas que se sienten inseguras no lo están por falta de resultados, sino por falta de atención.— no prestan atención a su propio progreso. Descuentan sus logros, minimizan sus avances, comparan sus procesos con los de los demás. Y cuando uno deja de mirar lo que sí hizo, el cerebro no tiene de dónde sacar confianza.
Tenemos una terrible costumbre: descartamos nuestros logros y cuando alguien nos felicita, decimos "no fue nada" o "tuve suerte". Pero cuando algo sale mal, lo grabamos como prueba definitiva de nuestra incompetencia. Esto es un ciclo vicioso que debe acabar para poder actualizar nuestra mente y avanzar en dirección a nuestro potencial. ¿De qué sirve menospreciar nuestros logros?
No te permitás que por falsas creencias de humildad no valorés tus capacidades, el esfuerzo que has puesto en dirección a tus metas, el desarrollo de tus potenciales y finalmente las metas logradas gracias a tu talento. Date permiso de contar y no, descontar.
La disciplina de prestar atención
Para romper este patrón limitante necesitás desarrollar la disciplina de prestar atención a la evidencia de lo que sos capaz. Lejos de arrogancia; es justicia con vos mismo.
La evidencia no llega sola sino que hay que registrarla. Anotar tus pequeños avances, celebrar decisiones difíciles, reconocer cuando actuaste con valor aunque el resultado no fuera perfecto —todo eso alimenta el músculo de la confianza.
La próxima vez que sientas miedo o duda, no trates de convencerte con palabras, convencete con datos personales.
Preguntáte:
¿Cuándo fue la última vez que enfrenté algo parecido y lo resolví?
¿Qué recursos usé entonces que puedo aplicar ahora?
¿Qué resultados he tenido últimamente que prueban que estoy avanzando?
Empezá con algo simple: al final del día, escribí una cosa que hiciste bien. No importa qué tan grande o pequeña. Lo importante es entrenar tu atención para ver lo que ya estás haciendo bien, no solo lo que falta.
El autosabotaje se alimenta del olvido. La autoconfianza, en cambio, se construye sobre memoria. Memoria de tus esfuerzos, de tus aprendizajes, de tus pequeñas victorias que te trajeron hasta acá.
Así que la próxima vez que escuches esa voz que te dice "no podés", no la contradigas con un "sí puedo". Mostrále la evidencia — es difícil debatir con la verdad objetiva. Y después, seguí caminando con poder personal.
Jorge
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