Mentalidad
"Estas son las propiedades del alma racional: se ve a sí misma, se analiza a sí misma y se desarrolla como le place." —Marco Aurelio
Durante miles de años, los seres humanos hemos buscado compañía para algo más profundo que la simple conversación; alguien que nos devuelva nuestras propias ideas con preguntas, reflejos y confrontaciones. Los filósofos en Atenas, los gurús en Oriente, los terapeutas modernos, los coaches, e incluso esos amigos íntimos con quienes conversamos sin filtros, todos nos ayudan a pensar sobre lo que pensamos. Es la intuición natural de saber que podemos reflexionar sobre nuestros procesos mentales. Ese poder que se siente vivo en compañía de otros pero que también podemos desarrollar por nuestra cuenta y con ello vivir en presencia, liberando todo nuestro potencial.
¿Cuántas veces te has descubierto repitiendo las mismas quejas, las mismas preocupaciones, como si estuvieras atrapado en un disco rayado? ¿Cuántas mañanas te has levantado sintiendo que tu vida transcurre en piloto automático, sin que realmente estés eligiendo tu experiencia? ¿Qué pasaría si la diferencia entre sentirte víctima de tus circunstancias y sentirte capaz de transformarlas fuera simplemente una habilidad que no has desarrollado?
Esta capacidad de reflexión es quizás el poder que más nos distingue como humanos. Sin embargo, es también uno de los más difíciles de desarrollar.
El piloto automático que nos consume
¿Y si el verdadero poder no estuviera en cambiar lo que te rodea, sino en cambiar cómo te relacionas con lo que piensas sobre lo que te rodea?
Nuestra mente opera en diferentes niveles. El más básico es el automático: esa voz rumiante que predice, analiza y genera historias constantemente. Es nuestro cerebro primitivo intentando asegurar nuestra supervivencia. El problema surge cuando nos vinculamos demasiado con ese flujo incesante de pensamientos, cuando olvidamos que no somos lo que pensamos.
En ese estado automático, nos tomamos todo personal. Vivimos frustrados porque el mundo no cumple nuestras expectativas. Nos levantamos día tras día contando las mismas historias que nos quitan energía, creyéndonos víctimas de circunstancias que en realidad podríamos transformar. Nuestro cerebro no distingue entre un peligro real y uno imaginado, entre una situación estresante frente a nosotros y una historia que solo existe en nuestra cabeza. Y así genera químicos que nos desgastan, a veces sin razón alguna.
Pensemos en Emilia, una profesional que se despierta cada mañana sin motivación para ir a un trabajo que ya no la llena. Se siente atrapada: tiene miedo de perder su empleo pero también de seguir en él. Busca en fuentes externas algo que la inspire o simplemente formas de anestesiar esa incomodidad. Todos los días repite la misma historia, viviendo desde la frustración y el miedo, sin hacer nada para cambiar su realidad.
El momento del despertar
¿Qué significa entonces pensar sobre pensar? En términos prácticos, es tener la capacidad de estar presente, de pararnos sobre un momento y experimentar lo que estemos experimentando(pensamientos, emociones, sensaciones, prejuicios, historias, ideas, expectativas, entendimientos, miedos), reconociendo que es solamente una perspectiva y no la realidad absoluta. Es ese instante en que nos damos cuenta: "Ah, hay procesos mentales ocurriendo. Esto que me están diciendo no debería afectarme. Tengo poder sobre elegir esta opinión, dejarla ir o cambiar de perspectiva".
Es aprender a distinguir entre lo que nos pertenece y lo que es externo. Entre lo que podemos controlar —nuestro mundo interno— y lo que no —el mundo externo—. Entre la información que realmente es nuestra y aquella que simplemente ha llegado como herencias de nuestro pasado (cultura, familia, historia) y se ha quedado obstaculizando nuestro avance.
Cuando Emilia logra dar este paso, todo cambia. Desde la conciencia, puede empezar a agradecer por esa plataforma laboral que le permite pagar terapia, leer libros, estudiar algo nuevo, tener un horario flexible para invertir tiempo en ella misma. Esta nueva perspectiva la energiza y le permite tomar decisiones concretas para experimentar y explorar nuevos caminos. En vez de vivir desde la frustración, utiliza ese pensamiento sobre el futuro para diseñar metas flexibles que canalicen su energía hacia el autoconocimiento.
El poder que emerge
Pensar sobre lo que pensamos nos devuelve el poder del potencial humano. Cuando nos damos cuenta de cómo se presentan los pensamientos y las emociones en nuestra experiencia interna, podemos responder de manera racional, lógica, empática y creativa, en lugar de simplemente reaccionar desde el instinto de supervivencia.
Este poder de reflexión es también un poder de actualización constante de nuestra mente. Cada día ganamos mejores recursos para enfrentarnos a lo que la vida nos presente. Podemos liberarnos de creencias heredadas, de patrones que venimos repitiendo y que ya no nos sirven. Podemos vivir cada vez más alineados con nuestros valores y la vida que genuinamente queremos vivir.
Los estoicos lo intuían cuando nos inspiraban a vivir "según la naturaleza", haciendo alusión a que los seres humanos tenemos el poder de utilizar la razón, la virtud de la sabiduría. Esto es lo que nos hace plenamente humanos, lo que nos permite alcanzar nuestro máximo potencial.
Quien desarrolla el músculo de la reflexión ha accesado al poder más grande que tenemos: darnos cuenta de qué podemos controlar y qué no. Ha ganado la capacidad de actualizar su mente y alinearla a la vida que quiere vivir. No es autoayuda superficial sino, simplemente, la diferencia entre vivir en automático o vivir despiertos, realmente conscientes. Entre ser arrastrados por nuestros pensamientos o elegir conscientemente cómo queremos responder a ellos. Porque pensar sobre pensar no es un lujo filosófico sino el camino a una vida plenamente humana.
Jorge
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