Comunicacion
"El carácter no se puede desarrollar en la facilidad y la quietud. Solo a través de experiencias de prueba y sufrimiento se puede fortalecer el alma, aclarar la visión, inspirar la ambición y alcanzar el éxito". -Hellen Keller
Seguro lo has visto en una reunión de trabajo o incluso en una simple cena entre amigos: siempre hay alguien que habla más que los demás. Alguien que opina sobre todo, que se adueña de la conversación, que llena cada silencio. Y de alguna manera, sin que nadie lo vote formalmente, esa persona termina siendo vista como el líder del grupo. ¿Te suena familiar?
Investigaciones en psicología organizacional han evidenciado un fenómeno conocido como el efecto “babble” (del inglés babble = balbuceo o parloteo). Este efecto describe un sesgo por el cual la persona que más habla en un grupo tiende a ser percibida como la más competente o digna de liderar, independientemente de la calidad de sus aportes. En otras palabras, la cantidad de intervención suele pesar más que la calidad del contenido a la hora de que los demás identifiquen a un líder emergente.
La idea de que “los líderes tienden a hablar mucho” nos ha acompañado por décadas y se ha convertido en una profecía auto-cumplida. Y, resulta que esto no es casualidad ni solo tu impresión. En los grupos, solemos confundir a quien más habla con quien más sabe. Pero un estudio más reciente, publicado en 2020, en The Leadership Quarterly del Foro Económico Mundial (2020) investigó rigurosamente esta hipótesis.
En el estudio, los investigadores pusieron a 33 grupos de estudiantes a resolver tareas en equipo y midieron todo: quién hablaba, cuánto tiempo, qué tan inteligentes eran, su experiencia previa. ¿El resultado? Los que más hablaron fueron nominados como líderes por sus compañeros, sin importar si sus ideas eran brillantes o mediocres, si eran más inteligentes o tenían más experiencia.
Los resultados fueron contundentes: quienes hablaron más tiempo tuvieron muchas más probabilidades de ser nominados por sus compañeros como líderes, sin importar su inteligencia, experiencia previa en la tarea u otros rasgos de personalidad. Lamentablemente, “la cantidad, más que la calidad, de lo que se decía determinó quién era percibido como líder”. El estudio nos hizo saber algo que ya notabamos a menudo, hablar y hacerse notar vale más, a ojos del grupo, que tener las mejores ideas o habilidades técnicas.
El psicólogo organizacional Adam Grant, en su libro Hidden Potential, menciona este error que cometemos constantemente: confundir confianza con competencia. "Nos impresiona quien habla con aplomo", dice Grant, "y asumimos que si habla mucho, debe saber de lo que habla". Pero la realidad es más compleja. Muchas veces, los más ruidosos no son los mejores líderes, precisamente porque están tan obsesionados con ser la persona más inteligente del salón que no logran hacer al salón más inteligente.
Pensalo por un momento. ¿Cuántas veces has visto ascender a alguien no por su capacidad real de liderar, sino porque era imposible no notarlo? Esas personas que dominan cada conversación, que tienen respuesta para todo, que nunca dejan espacio para que otros aporten. El problema es que un buen líder no solo habla: escucha, aprende, hace crecer a los demás. Pero nosotros, casi por instinto, seguimos con la mirada a quien más ruido hace.
Y mientras tanto, gente competente y reflexiva, que prefiere hablar cuando tiene algo valioso que decir, queda en segundo plano. No es justo, pero es nuestra realidad.
También hay un componente de género que no podemos ignorar. Los estudios muestran que, en promedio, los hombres reciben más crédito bajo este efecto babble que las mujeres. La percepción de una mujer que toma la atención del grupo no suele ser favorable.
Un llamado
Pero acá viene lo podemos hacer inmediatamente: conocer este fenómeno nos da la oportunidad de corregirlo. Si sabés que tu cerebro tiene este sesgo, podés empezar a cuestionarlo. La próxima vez que estés en una reunión, fijate si realmente estás evaluando las ideas por su mérito o solo por quién las dice con más volumen.
¿Quejarnos?... quejarnos no sirve de nada. Conocer cómo funcionamos los seres humanos nos da la posibilidad de comprender, aceptar y hacer lo que sí está en nuestro poder.
Por ejemplo, si sabés que tenés conocimiento y habilidades que merecen ser explotadas, si tenés aspiraciones a progresar, mejorar tu impacto en las organizaciones y aumentar tus ingresos económicos. Es necesario hacerte notar. Con consciencia, carisma y humildad podés empezar a marcar la diferencia y ascender con mejores valores que la simple busca de atención y validación externa. El mundo no va a conocer de lo que sos capaz, hasta que no logrés comunicar tus logros, tus ideas y tu visión, de manera persuasiva e influyente.
Para las organizaciones, la clave está en dar espacio a todas las voces, no solo a "las más fuertes". En definitiva, si vos sos de los que tienden a quedarse callados, estas investigaciones te dejan claro que hablar es necesario para que reconozcan tu potencial. Y, no se trata de hablar por hablar, sino de atreverte a compartir lo que tenés para aportar.
Al final, el desafío es cambiar la cultura de lo que significa ser líder y que más personas que quieren crear espacios para el desarrollo de otros, ambientes de confianza, empatía y conexión, lleguemos a los lugares más altos de la escalera corporativa. ¿Estás listo para asumir esta responsabilidad? Porque superar tus limitaciones ya no se trata solo de vos, sino del cambio que podés hacer en el mundo.
Jorge
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